… los años pasaron y mi padre y yo seguimos cazando con nuestros perros como de costumbre. Siempre había bajas que reponer por los colmillos de los macarenos, para lo cual seguíamos criando y seleccionando con la finalidad no sólo de renovar el equipo, sino de intentar siempre mejorar en la calidad de nuestros ejemplares. Cuando a Sur y a la Villana se los llevaron los guarros, comencé a buscar con la mente puesta en mejorar considerablemente el nivel para empezar plenamente con la raza. Así, conseguí dar tras mucha búsqueda con una línea que me gustó; vi los perros funcionar en el campo correctamente y compré varios. Aquí empecé a criar al alano español seriamente, buscando no sólo mi propia selección, sino también preservar las buenas sangres que había adquirido debido a la peligrosidad a la que están sometidos estos animales en la siempre dura caza del jabalí. Metido ya en faena, empezaron mis viajes de una punta a otra del país buscando los mejores machos para mis perras; con las consecuentes desilusiones en forma de hembras que no se quedaban preñadas, engaños, falsedades, etc. Gasto de dinero en montas, gasoil, tiempo para la familia.. mucho sacrifiqué en estas primeras andanzas para formar un buen plantel en mis cheniles. Aprendiendo de los errores y con la firme voluntad de mejorar camada a camada, empezando de cero en alguna ocasión, cazando por toda España para ver nuevas sangres y probar las mías en diferentes cazaderos… el número de experiencias, fracasos y alegrías que he vivido para tener el alano español que sueño cada día son incontables.
Con la llegada de las redes sociales a Internet, comencé a conocer a gente del perro y la caza de todos los rincones de España. Concretamente, en el micromundo alanero, pude comprobar con ironía cómo los contactos que en principio eran amigos e incluso admiradores de las líneas que había conseguido criar con tanta afición y tanto esfuerzo, económico y cinegético, terminaban, las más de las veces, convirtiéndose en viles detractores. Naturalmente, la evidencia en cuanto a la calidad real en el mundo canino salta por pura selección. Cuando uno cría perros funcionales, y en el caso del alano la única selección posible es la caza a diente, reproduciendo sólo a los fuera de serie en su labor y, dentro de ellos, con las morfologías más correctas (siempre en ese orden), termina por obtener, cuando las cosas se hacen bien, buenos ejemplares representantes de su raza; plenamente útiles en la caza al agarre y con físicos típicos y plenamente aptos para llevar a cabo la dura labor que desempeñan en el monte. Esta sencilla pero implacable y sagrada ley en la selección zootécnica, del perro y de cualquier otro animal doméstico: criar con los mejores según su utilidad, parece que no es entendida, o que no se quiere entender, por los nuevos gurús perrunos de la era de las redes sociales; que no sólo pretenden denostar a los que con la mayor de las humildades y con toneladas de ilusión criamos perros de verdad, con sacrificio, esfuerzo, decepciones y difíciles decisiones, si no que, para rematar la desfachatez, pretenden vender un milagro a cerca de seleccionar una raza sin trabajarla y, como guinda, dar lecciones a los que llegan nuevos. A fin de cuentas, las más de las veces, la selección canina puramente estética termina convertida en negocio de venta de cachorros de catálogo y, aunque pese, jamás tendrán la misma exigencia ni los mismos objetivos un cazador apasionado que un mercader que se lo finge.
Centrándome en carácter de la raza, tras largos años conviviendo con ellos, he podido concluir que el alano, aparte de ser un excelente compañero de caza que da miles de satisfacciones en cada lance con este ganado tan peliagudo como son el jabalí o el venado, es único por su carácter; pudiendo convivir con la familia sin ningún problema, aguantando estoico todas las travesuras de los más pequeños de la casa. De la misma manera, es una raza que se puede tener tranquilamente suelto con otros perros; pues no es un animal generalmente dominante ni pendenciero, sino de temperamento sereno y noble actitud.
El alano español es también morfología atlética y potente, presa firme e implacable. Para el alanero es un estilo de vida, un sentimiento, un querer devocionario por nuestros perros. Los campeos en su majestuosa compañía para apreciar bien sus formas y maneras en movimiento, las serias jornadas de caza en las que me maravillo y asombro viéndoles en la hora de la verdad, agarrando un gran jabalí y manteniendo la presa tenaz hasta mi llegada con el acero para meterlo hasta la guarda en la res, son recuerdos a fuego e imborrables de mi afición que compensan hasta el infinito cualquier gasto de dinero en veterinario o viajes por conseguir las sangres más afamadas. Es un modo de vida que quiero trasmitir a mis hijos para que no quede en el olvido. Esta pasión por la gran raza de presa ibérica sólo la entendemos de forma tan intensa un puñado de incondicionales; debiendo una mención muy especial y afectuosa a mi buen amigo y socio Germán de Alanos de Fresdelval; puesto que andamos juntos en este proyecto y porque trabajamos por el alano, por y para él y no, como algunos, para vivir de él. Si encontramos alanos extraordinarios y de buenas sangres contrastadas en la caza, si creemos que es lo que mejor les iría a alguna hembra nuestra para seguir manteniendo la casta, la rusticidad, lo que siempre hubo, no nos importa recorrernos España de punta a punta.

En el magnífico «Tratado de Montería del Siglo XV» , leí que Fernando de Iranzo, caballero de la Orden de Santiago, cazaba con sus alanos osos, jabalíes y venados en la Sierra de Segura, en la Fuente de la Higuera; lo cual me llenó de alegría por ser el nombre de mi afijo en honor a la pedanía donde me he criado y tengo mis raíces. El monte aledaño en el que cazamos está en pleno corazón del Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. Se trata de serranías muy sucias y con mucho desnivel. Cazadero muy abundante en jabalí, pero también hay otras especies cinegéticas de grandes ungulados como el ciervo, el gamo, el muflón y el macho montés. Las modalidades que practicamos son la caza en mano y al salto, siempre acompañados de nuestros alanos españoles, podencos andaluces y nuestro cruce estrella. Portamos escopeta y rifle, pero en cuanto al otro elemento fundamental de la caza mayor a diente, el cuchillo de remate, mi padre lleva una daga que le regaló un tío suyo hace muchos años, de bella labranza y cargada de recuerdos; mientras que yo porto una higüela toledana, el cuchillo de remate montero por antonomasia. Una obra de arte forjada a mano a partir de la ballesta de un 4×4, hecha por un maestro cuchillero de mi tierra cuya firma de artesano es Fermosos Fierros. Con mi buena hoja he entrado y partido la vida a innumerables y temibles guarros, mano a mano y por derecho, en compañía de mis alanos.