Entre Valduezas

Por fin llegó el día esperado. Ese momento determinante en el que se mezclan la ilusión y las ganas cuando, tras una larga espera, se pueden cumplir algunos de los sueños que desde bien jóvenes todos tenemos pendientes de tachar de nuestra lista personal. Este sueño no era otro que un esperado viaje a tierras castellano-manchegas; a fin de encontrarnos, Fuente de la Higuera y Fresdelval, con un mito, historia viva de la montería y de España. En este nuevo viaje, nuestra pasión y proyectos tomaban un rumbo especial; un destino de notable solera al que nos encaminábamos con gran respeto e ilusión a partes iguales, pues nos dirigíamos ni más ni menos que a la casa presidida por las armas heráldicas de D. Alonso Álvarez de Toledo y Urquijo; XII Marqués de Valdueza.

Recuerdos de ladras y lances que se pierden en la noche de los tiempos, que se graban a hierro candente en la piel, la sangre y la historia de nuestro país; que no deja de ser la de sus sierras, sus tierras salvajes, sus cazadores y sus jaurías. Enfrascados en este ambiente legendario y de estar viviendo un pasado remoto y glorioso en el presente, tras recoger a nuestro buen amigo Willy y a la hora escasa de trayecto, tenemos delante a la persona que nos esperaba; que no era otro que Santiago Cano, guardián de la Rehala Valdueza.
Nada más llegar, pudimos ser testigos de las formas elegantes del saber estar que nos brindaba nuestro anfitrión. Sin duda, la nobleza de linaje que la Casa de Valdueza ostenta, se refleja en las maneras de todo lo que la rodea. Como dice el refrán ‘ nobleza obliga ‘. Santiago nos da paso a la propiedad con la torería y el garbo del que se sabe depositario de un cierto halo de leyenda, como deben sentirse sin duda los matadores sobre el albero de Las Ventas antes de abrirse la puerta de chiqueros. Nos volvemos a saludar, pues la distancia de los buenos recuerdos que atesoramos de nuestro último encuentro ya se alejaba en el tiempo; y, así, entramos en territorio Valdueza.
Nos asomamos por el entrevallado y, rápidamente, podemos observar la marca distintiva de quien cría perros de caza con todas las letras que estas tres palabras implican. Canes que soportan con aristocrática solemnidad más de setenta años de selección genética sobre sus firmes aplomos; siendo a día de hoy Santiago Cano, el amo de llaves, quien, por la parte que le toca, los capitanea y vela porque la blanca librea de los valduezas siga rompiendo en cascada de ladridos los montes de la vieja Iberia. En estas reflexiones nos envuelve el aluvión de imponentes perros blancos, junto a algunos alanos y un puñado de andaluces chicos.

Podemos comprobar una simpar nobleza en la jauría. No nos topamos con un mal gesto. Permiten a los desconocidos, en la presencia segura y reconfortante del amo, penetrar en su territorio. Nos huelen y reconocen como amigos de la casa, dejando tocar sus recias y albas capas y permitiendo entablar la milenaria conversación entre el hombre y la fiera doméstica.

Las agujas del reloj vuelan literalmente mientras disfrutamos rodeados de tan legendaria escuadra canina; pues no todos los días tiene uno la oportunidad de visitar una de las mejores rehalas de España, merced al buen trabajo de D. Alonso y Santiago.

No puede pasar la ocasión, ante la visita a tan señera estirpe, de introducir un poco al lector en los antecedentes históricos que dieron origen a estos maravillosos canes.

Como bien citan las fuentes, la génesis del Perro Montero Valdueza tiene como antecedente la gran afición venatoria y al perro de montería que atesoraba el padre del actual titular, D. Alonso Álvarez de Toledo y Cabeza de Vaca, XI Marqués de Valdueza; que en la década de los cuarenta ideó el cruce de las tres sangres – grifón, mastín y podenco – en vista de crear una jauría de gran adaptabilidad a los cazaderos de las serranías toledanas, extremeñas y andaluzas, así como dotarles a su vez de un distintivo porte y singularidad marca de la casa.
Propósito este, que no habría podido fraguarse sin la inigualable pericia campera y canina de don Pedro Castro, afamado como ‘Periquillo el de Valdueza’ en el acervo montero y que fuera perrero de la Casa durante muchos años y hasta su retirada.

La unión de estos Quijotes enamorados de la rehala y la montería española dieron pues, lugar a los actuales valduezas, quedando a la postre la titularidad, cría y selección de los animales dentro de la familia hasta el día de hoy.
Así, puestos en perspectiva, y en este inmejorable ambiente, comenzamos a intercambiar impresiones, opiniones personales y experiencias; siendo siempre un verdadero placer y aprendizaje mutuo el contrastar pareceres entre personas que sentimos en cuerpo y alma el amor a la caza, al perro, al mundo rural y a nuestro pasado y tradiciones. Una enriquecedora tertulia que nos hizo pasar una tarde de las que uno se anota en el diario; acompañada de una apetitosa comida entre anécdotas y recuerdos de lances y perros de leyenda. Fue una alegría por nuestra parte el comprobar, tanto Fresdelval como Fuente de la Higuera, que prácticamente la totalidad de los puntos de vista comentados con el guardián de Valdueza eran coincidentes en nuestra forma de pensar sobre el mundo cinófilo y cinegético.
Sacando algunas pinceladas de tan productivo parlamento, podemos comentar al lector que, si algo estaba claro, es que Santiago Cano es un hombre con experiencia sobrada y que como tal, sabe perfectamente de lo que habla; no dando puntada sin hilo en sus aseveraciones y dejando bastante claro su conocimiento sobre todas las problemáticas que durante la jornada tratamos. Lo cierto es, que admirando en vivo una jauría de tanto calibre como la matriz de los perros monteros Valdueza; es de justicia decir que habrá rehaleros que, verdaderamente, no precisen de efectivos de puro agarre entre sus filas.

Dicho sea, uno mismo como alanero se impresiona bastante al ver uno de estos ejemplares; y no es difícil imaginar cómo, con semejante envergadura, estos canes son perfectamente capaces de sujetar un buen macareno por sus propios méritos. No hay que olvidar, a fin de cuentas, que en las raíces de esta pulida sangre juega un papel fundamental el Mastín Español; nuestro milenario moloso guardián de ganado y que, como tal, la herencia de una estirpe tan poderosa debe hacerse valer.
Esta apreciación, lógica para el que esté familiarizado con la historia de las castas caninas y las utilidades humanas que les dieron origen a través de su selección, no es vista, para el caso del perro de Valdueza, en este sentido lineal por nuestro interlocutor. Él opina – coincidiendo plenamente con nuestras ideas – que en toda rehala siempre es necesario contar en la formación con el mínimo de una collera de perros de presa; subrayando la preferencia por el Alano Español como raza predilecta para estos menesteres.

Esto es debido, según nos comenta, a que aunque el grueso de los animales esté compuesto por perros poderosos de notable talla y respetable boca para enfrentar a las reses de montería, y aunque estos sean por derecho perfectamente capaces de rendir un guarro de los de echarse a temblar, el arrojo y la valentía de los alanos es algo único de ellos; constituyendo suficiente chispa motivacional su carga indómita contra el navajero para prender la mecha que haga incentivar el coraje propio del resto de la tropa canina, con el fin de someter al peligroso suido.
Por todo lo explicado, Santiago, como buen conocedor de los avatares y variables que pueden surgir en los lances con los jabalíes, lleva consigo en las monterías un par de buenos alanos. Perros tan nobles de carácter como implacables en sus labores cinegéticas; los cuales forman junto a los valduezas un equipo perfectamente sincronizado y listo para cualquier batalla que, en las manchas y cazaderos de toda España, se les pueda presentar. Así, dentro de la Rehala Valdueza el alano español conforma la artillería pesada entre sus blancas filas.
Detalle este que, como enamorados cazadores y criadores de la vieja raza de presa ibérica, nos insufla un soplo de aire puro y nos ayuda a afianzar nuestro sueño y determinación de continuar sin tregua en la selección de nuestros perros.
El director de una rehala de tanto renombre y carisma como es la del Sr. Marqués de Valdueza nos afirma, por tanto, que junto a sus imponentes canes de receta propia y cuasi centenaria, el otro miembro de la ecuación, el alano como perro de presa, es igualmente decisivo en los momentos determinantes; no pudiendo funcionar igual de bien en la caza el uno sin el otro.
Aclarada la misión fundamental de nuestra raza entre los majestuosos valduezas, pasamos a centrarnos en analizar el estilo y forma de trabajo de estos perros únicos, sus habilidades y aptitudes venatorias; teniendo el privilegio de poder transmitirlo de las palabras de quien mejor los conoce, por haber sido mano derecha de D. Alonso Álvarez, el arquitecto de tan cuidada selección. Es en este punto en el cual el maestro enseña al alumno, y en el cual el alumno escucha y aprende.

Como perfectamente nos explica nuestro anfitrión, el perro Valdueza no es un animal netamente de alcance puro, sino más bien un batidor que persigue con muy buena voz y notable fondo de aliento a las reses; peinando el monte y poniéndolas a tiro de los puestos.

La blanca lámina y el imponente porte de estos canes en sus correrías monteras son una estampa inconfundible; pudiendo decirlo de primera mano al haberlos tenido frente a nuestros ojos. Así mismo, es de notar en cuanto al tipo general robusto y poderoso, la existencia tanto de ejemplares con algo más de sustancia como de otros que muestran una fisionomía algo más ligera.
Ciertamente, se trata de perros con gran autosuficiencia física para la exigente labor cinegética de montería; y, aunque su finalidad principal y el objetivo que les dio origen es el hostigamiento y alcance de las piezas de caza mayor, esta función puede sub-clasificarse en el cometido específico que a cada ejemplar le corresponde dentro de la rehala en base a las sutiles variaciones del tipo morfológico a las que hemos aludido anteriormente. Es lo ideal, por tanto, y lo que D. Alonso y Santiago priorizan en la selección de las camadas, la obtención de individuos capaces de correr grandes distancias a una velocidad media notable.

Con ello se consigue un doble propósito:
I. Que cada animal, en la medida de sus capacidades, realice el trabajo de una forma controlada; a una velocidad de crucero acorde a su fisionomía y estructura individual. De esta manera, con una construcción fenotípica equilibrada, se consiguen canes que no se cansen rápidamente en arranques explosivos ni por exceso de carga; manteniendo un ritmo constante y un fondo de pulmones y muscular suficiente para las largas y fatigosas jornadas monteras.
II. Derivado de esta construcción física potente pero equilibrada, se obtiene un asedio constante y unificado a lo largo de toda la línea de la rehala; sin elementos atrasados o adelantados en exceso a sus hermanos. Con esto se consigue un trabajo de levantamiento y barrido tenaz y constante; empujando sincronizadamente todos los efectivos a la vez, de forma paulatina, concienzuda y eficaz, a las reses a batir hacia los puntos de monte donde se encuentran las armadas.
Evidentemente, para llegar a este nivel de especialización dentro de la funcionalidad del perro de rehala que hemos descrito del Perro Montero Valdueza, se requiere de ganas, experiencia, conocimiento y enorme pasión por lo que se hace. Cosas que, a D. Alonso Álvarez, tras décadas de perfeccionamiento en la cría de estos animales en base a su experiencia cinegética y en los misterios del perro de caza, le sobran con mucho; y como hemos podido constatar, también a su lugarteniente Santiago Cano. A todo lo dicho, es de destacar las fuentes genéticas y raciales de las que bebió la selección de esta de casta de perros única, dura y rústica; pues la capacidad rastreadora del grifón, los instintos ancestrales para la caza del podenco y el gran poderío del Mastín, originaron a este excepcional protagonista de la montería española que es el Valdueza.

Este compendio de virtudes caninas, unido al valor de nuestro vigoroso Alano Español, convierten al rehalero que se acompañe de estas razas especialistas en auténticos privilegiados en el arte contemporáneo de la caza; pues contará con herramientas precisas para trabajar todas las etapas que corresponden a esta modalidad, desde la suelta de los animales hasta el lance final.
Este planteamiento estratégico sobre el funcionamiento de la jauría montera, midiendo las capacidades de los efectivos como si de soldados en el campo de batalla se tratase, es plenamente compartido por nuestra forma de pensar; pues, en contra de la creencia de muchos, no es trabajo del Alano el mover y parar las reses en la caza. Como hemos visto, esta labor fundamental compete al grueso de la rehala – pues para eso existen y se seleccionan castas fundadas en el podenco andaluz de talla grande como es el caso del Perro Montero Valdueza -; siendo nuestro buen Alano la fuerza de choque que, a riesgo de su propia vida, sujeta a la res en última instancia evitando que los camaradas de jauría que previamente levantaron y pararon la pieza, puedan caer o sufrir percances serios ante la furia del jabalí acorralado. Es pues, que esta manera de entender, sentir y vivir la caza y el perro, nos hace cómplices a nosotros, Fuente de la Higuera y Fresdelval, de un magnífico rehalero, amo de llaves y guardián de las esencias venatorias de una casa y estirpe canina tan reconocida y admirada por la cinofilia y la montería española, como es la del genio que seleccionó esta obra maestra, D. Alonso Álvarez de Toledo Marqués de Valdueza y sus blancos caballeros; a quien trasladamos un afectuoso y agradecido saludo por abrirnos las puertas de su casa.

Es por todo lo dicho; por tu humildad, amabilidad, hospitalidad y sabiduría, que sólo resta darte, de corazón, las gracias por todo, Santiago.

Alanos y Alaneros de Ley

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